Continuando nuestro camino cuaresmal, la liturgia de este domingo nos presenta, en el capítulo 15 de Lucas, una de las tres parábolas, que llamamos de la «misericordia»: con ellas Jesús quiere ayudarnos a conocer más al Padre Dios y a conocernos mejor a nosotros mismos
En el padre-madre de la parábola, Jesús no ayuda a entender al Padre Dios, y cuál es su comportamiento para con sus hijos: un perfil de Dios que rompe los esquemas que tenían los fariseos y escribas… y todavía tiene tanta gente hoy.
Es un padre-madre, que manifiesta su amor al hijo menor, rebelde, respetando su libertad (accede a repartir la herencia con él), esperando con amor y preocupación su regreso, y preparando una fiesta para celebrar su retorno a casa.
Es un padre que manifiesta su amor al hijo mayor, que no comparte su actitud paterna hacia el hermano, buscándole, intentando hacerle entender el porqué de su actuar de padre. Así es el Dios de Jesús, tan distinto del que tal vez tenemos en nuestra cabeza… Dios que es el centro de la parábola del «padre misericordioso».
En el comportamiento de los dos hijos, Jesús se preocupa también para hacernos tomar conciencia de quiénes somos nosotros. Por un lado, hijos rebeldes que pretendemos vivir nuestra libertad convencidos de que fuera de la casa del padre, de lo que él nos pide, podemos encontrar nuestra felicidad y nuestra realización.
Hijos que, en la frustración de su búsqueda de felicidad, hallan el camino para volver a casa y viven la experiencia de encontrar a un Padre que les espera no para castigarlos, ni juzgarlos, sino para hacer fiesta… Por otro lado, hijos tal vez «buenos», que estamos en la casa del padre, cumplidores fieles de lo que él pide, pero incapaces de entenderlo, de hacer propio su proyecto, de aceptar su actitud hacia el hermano que se ha salido de casa, de su alegría por su regreso. Jesús nos invita hoy a cuestionarnos seriamente: ¿Qué hay en nuestra vida cristiana del hijo menor, rebelde? Y, ¿qué hay tal vez del hijo mayor, incapaz de entender y hacer propia la actitud de misericordia del Padre hacia el hermano que se ha desviado?
P. Luis Ricchiardi