La corrupción

La Conferencia Episcopal Ecuatoriana publicó una “Carta abierta al pueblo que peregrina en el Ecuador”, el 29 de junio pasado y en la que se pronuncian ante la “escandalosa proliferación de casos de corrupción”.

Los obispos ecuatorianos han expresado su cercanía al pueblo, especialmente en estos momentos que sufre los efectos de la pandemia, como “la pérdida de vidas, de trabajo y de esperanza, y con todos aquellos que se han sentido abandonados a su suerte”. Ponen en evidencia las “dimensiones” del problema que salpica “de forma inmisericorde, a nuestra sociedad”.

Afirman que la corrupción no es un problema nuevo y que se ha extendido a toda la sociedad, afirman, por eso debemos “evitar que se adueñe de nuestros corazones”.

El coronavirus ha dejado una herida expuesta en Ecuador, que se suma a las deficiencias del sistema de salud pública para enfrentar una epidemia sanitaria que suma casi 50.000 contagiados y pasarán de 5000 los fallecidos. La corrupción ha infectado los tres niveles del Estado: central, provincial y municipal… La pandemia es un fenómeno que nadie lo tenía previsto, mientras que la corrupción es una forma de vida que se ha ido convirtiendo en algo natural y que nos golpea aún más fuerte que la primera. Para el coronavirus, probablemente, habrá una vacuna, sin embargo, contra la impunidad jugamos con cancha inclinada, porque la red es tan grande, además densa y está instalada hace siglos en todo el mundo.

Mons. Bolívar Piedra

MENSAJE DEL PASTOR
LA PANDEMIA DE LA CORRUPCIÓN

En estos meses de confinamiento debido a la pandemia de COVID 19, hemos visto una profunda muestra de solidaridad en nuestra sociedad. Médicos, enfermeras, agentes del orden, voluntarios, empresas, medios de comunicación, misioneros, entre otros, han demostrado la grandeza de sus corazones y su espíritu de servicio, al entregarse al cuidado de los enfermos y sus familiares. La familia se unió, volvimos a dialogar, leímos la Biblia, rezamos el Rosario, dejamos de pensar en nosotros mismos y fijamos la mirada en las necesidades de los demás.

Valoramos el trabajo y el estudio, decidimos aprovechar mejor nuestro tiempo. Pero lo más importante es haber descubierto que no podemos vivir sin Dios y sin los demás. Así como hemos visto innumerables ejemplos de solidaridad, unidad y fe, también nos han sobresaltado noticias sobre terribles hechos de corrupción. No podemos hablar solo de crisis sanitaria, también, lamentablemente, debemos reconocer que existe una profunda crisis social, económica y moral.

“En medio de tanta incertidumbre y dolor, es causa de profunda indignación la pandemia de la corrupción que afecta a nuestra sociedad, incluidas las propias instituciones de salud, en lo que se refiere a irregularidades en las compras de fármacos e insumos. Moralmente es un gravísimo crimen aprovecharse de esta dolorosa situación para enriquecerse de un modo fraudulento, lo cual no debe de quedar impune. Este hecho revela no sólo la codicia humana, sino también hasta qué punto la corrupción está presente en nuestra sociedad y en nuestras instituciones”. 

(Crisis y esperanzas, Comunicación CEE, 18 de mayo 2020). La Iglesia no solo tiene la tarea de denunciar las injusticias, está llamada a fortalecer la esperanza y a señalar caminos de solución, por eso debemos comprometernos en nuestra formación permanente. Promovamos en nuestras comunidades una formación cada vez más completa de los fieles laicos, mediante la catequesis continua y la dirección espiritual. Su colaboración es esencial, puesto que el futuro de la Iglesia y la sociedad dependerán en gran medida del desarrollo de una visión eclesiológica basada en una espiritualidad de comunión, de participación y de poner en común los dones recibidos.

Mons. Marcos Pérez 

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