Nos encontramos en la última etapa de nuestro camino hacia la Navidad, casi a las vísperas de la celebración del nacimiento de Jesús.
En este último domingo nos acompañan dos mujeres: María e Isabel, su prima. Dos madres, una jovencita y otra ya mayor, que llevan en sus entrañas a sus criaturas, Jesús y Juan. Nos ayudan, como mujeres, a encontrar a Jesús que viene a salvarnos.
María, recién embarazada de Jesús, piensa que su opción de ser «la sierva del Señor» no puede vivirla coherentemente sino haciéndose sierva de su prima Isabel que necesita su ayuda. Deprisa se pone en camino: quiere agradecer con ella el regalo que Dios le ha hecho de tener un hijo cuando, humanamente hablando, no había esperanza.
El encuentro de las dos madres es un estallido de alegría: la de Juan, que salta de gozo en el vientre de su mamá, la de Isabel en el reconocer, en su prima, la «Madre de mi Señor». María nos cuestiona a prepararnos a Navidad con una actitud sincera y valiente de «salir deprisa» a servir a quienes necesitan de nosotros: un servicio gratuito que no espera como recompensa sino la alegría de poder ser un pequeño signo del amor inmenso y gratuito de Dios, en camino hacia un mundo de auténticos hermanos y hermanas.
Isabel bendice a María y bendice al hijo que lleva en sus entrañas maternas: «¡Bendita tú entre todas las mujeres y bendito el fruto de tu vientre, Jesús!». Bendición que es acción de gracias y profesión de fe: Dios nos viene a salvar gracias al «sí» generoso de una joven mujer que ha aceptado la propuesta de Dios.
Isabel reconoce y agradece la fe de María que ha puesto a disposición de Dios su cuerpo de joven mujer para hacer realidad su proyecto de abrir, en la historia de nuestro mundo, el camino de la salvación: su sueño de un mundo donde todos sus hijos e hijas puedan vivir como hermanos y hermanas, compartiendo solidariamente lo que él ha querido para todos. Nuestra Navidad será auténticamente feliz en la medida que sepamos ser de veras personas de fe, disponibles, como María, a dar nuestro aporte para que nuestras familias, nuestras comunidades, nuestro país, respondan un poco más al proyecto de Dios.
P. Luis Ricchiardi, sdb
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