El segundo libro de Samuel nos relata la
elección de David como rey de Israel. Él pasa de
ser pastor de ovejas a ser pastor del pueblo de
Israel. Ciertamente, es así como Dios le llama al
momento de su elección: «Tú serás el pastor de
mi pueblo Israel, tú serás el jefe de Israel».
San Pablo, en la carta a los colosenses, nos
presenta este himno cristológico de acción de
gracias al Padre porque «Él nos ha sacado del
dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al
Reino de su Hijo querido, por cuya sangre hemos
recibido la redención, el perdón de los pecados».
El Evangelio de Lucas nos presenta una serie
de burlas en contra de Jesús durante su pasión.
Se burlan del crucificado las autoridades judías;
incluso, uno de los malhechores crucificados lo
insulta, pero el otro malhechor crucificado (Dimas) será el único en reconocer que está crucificado junto a un rey, al que le suplica: «Jesús,
acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino». Y
el Señor le responde como un premio a su apertura a la fe: «Te lo aseguro: hoy estarás conmigo
en el paraíso».
Un maravilloso himno mariano y cristológico
que se ha hecho popular en la liturgia católica y
que se entona en todas las iglesias con motivo de
esta fiesta es: «¡Tú reinarás! Este es el grito que
ardiente exhala nuestra fe. ¡Tú reinarás! Oh, rey
bendito, pues tú dijiste: “Reinaré”. Reine Jesús por
siempre, reine su corazón. En nuestra patria, en
nuestro suelo, que es de María la nación». Este
himno cuya letra y música son anónimas fue creado en Italia con el título Noi vogliam Dio, Vergine
María, y muy pronto se convirtió en himno nacional
de los Estados pontificios a comienzos del siglo
XIX.
Los católicos mexicanos, entre los años 1925
y 1929 adoptaron este himno como suyo, en protesta a un Gobierno laicizado que quería desterrar
la libertad de culto. Estos crearon un movimiento
social, que reivindicarán los derechos de libertad
de culto en México, quienes más tarde serían conocidos como los cristeros.
El ejército cristero estuvo compuesto por peones y agricultores rurales,
dirigidos por antiguos militares revolucionarios,
quienes, bajo el lema «¡Viva Cristo rey!», consiguieron que, en el México católico, por excelencia
se respetara la libertad de culto.
P. Marco Antonio Acosta