En este penĂșltimo domingo del mes de octubre la Iglesia celebra el Domingo Mundial de las Misiones. La MisiĂłn tiene como principal objetivo el anuncio del Evangelio y quĂ© mejor tema que las lecturas de este domingo para hablar de la importancia de seguir iluminando al mundo con la luz de la fe.

La primera lectura, del profeta JeremĂ­as, nos ofrece el mensaje de esperanza que da el profeta al pueblo de Israel, que estĂĄ viviendo una de las experiencias mĂĄs trĂĄgicas de su historia, el destierro de Babilonia (587 a. C.).

El salmo 125, en conexiĂłn con la primera lectura, nos canta el mismo acontecimiento del retorno del exilio. Es el cambio de situaciĂłn de un pueblo que pasa de la tristeza y la nostalgia del destierro a la alegrĂ­a y el gozo del retorno: «Cuando el Señor nos hizo volver del cautiverio, nos parecĂ­a soñar: la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares… Al ir, iba llorando, llevando la semilla; al volver, vuelve cantando, trayendo sus gavillas».

En el Evangelio de hoy, Marcos nos relata la Ășltima escena de JesĂșs en su camino hacia JerusalĂ©n. En este pasaje encontramos algunos elementos importantes:

– El camino hasta JerusalĂ©n. JesĂșs se encuentra al entrar a JericĂł, paso obligado a JerusalĂ©n, a un ciego, marginado de la sociedad. Pero su ceguera representa, a la vez, una ceguera mĂĄs profunda, la «ceguera espiritual». Los ciegos no tienen camino, puesto que no lo pueden ver. JesĂșs, pues, le ofrecerĂĄ esa alternativa: un camino, una salida, un cambio de situaciĂłn personal, social y espiritual.

– La llamada. La llamada de JesĂșs, al ciego tiene mucho trasfondo. No le llama aparentemente para seguirle, sino para curarle, pero la curaciĂłn verdadera serĂĄ el «seguirle» camino de JerusalĂ©n, acompañando a JesĂșs a su pasiĂłn y muerte.

– La sanaciĂłn y la fe. JesĂșs le pregunta al ciego Bartimeo: «¿QuĂ© quieres que haga por ti?». Es la pregunta que abre la opciĂłn a lo mĂĄs anhelado en su vida, «ver la luz». El ciego le contestĂł: «Maestro, que pueda ver»; entonces su ceguera se enciende a un mundo de fe y de esperanza. El haber recuperado la visiĂłn le hace ver al Cristo vivo, capaz de iluminar su corazĂłn y responder con alegrĂ­a a su llamada. El milagro no se queda solamente en «recuperar la vista», sino que se convierte en el momento mĂĄs importante de su vida, acompañar a JesĂșs en su pasiĂłn, muerte y resurrecciĂłn.

P. Marco Antonio Acosta

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