El Evangelio de este día domingo nos llama a revisar y a replantear nuestras actitudes cotidianas. Jesús les pregunta: ¿Qué venían discutiendo por el camino? Los apóstoles venían discutiendo por el camino quién era el más importante. Jesús, de una manera clara, nos dice: «Si alguno quiere ser el primero, que se haga el último de todos y el servidor de todos».
Esta lógica de Jesucristo, nos puede chocar a todos porque vivimos en un mundo competitivo, donde servir a los demás nos causa estupor. La Iglesia, que somos todos los bautizados, debe ser la muestra de ese servicio total al ser humano en su complejidad, es decir, a todos sus requerimientos y necesidades.
La política, la economía, la cultura, la educación y tantos otros bienes y servicios deben estar orientados al bien de las personas. Quien no tiene la capacidad de poner estos bienes al servicio de la sociedad, de la familia y de cada persona, en singular, y quien no dispone de las cualidades necesarias para realizar un servicio eficiente a la colectividad, no debe estar al frente de ninguna institución o comunidad.
En estos tiempos de pandemia ha quedado demostrado que todos nos necesitamos y que debemos fortalecer las relaciones humanas y fraternas, en actitud de servicio de todos, hacia todos; eso significa trabajar por el bien común.
Debemos seguir fortaleciendo la Iglesia de casa, es decir, la Iglesia doméstica, que vive en familia, celebra en familia, ora en familia y se solidariza con toda la familia humana. Como discípulos misioneros de Jesús, nos hemos comprometido en el servicio de la comunidad; tenemos que ser, a lo largo de toda la vida, aquella pequeña luz en medio de la oscuridad. Sigamos adelante, recordando siempre, lo que Jesús nos enseña, que Él vino a servir y no a ser servido.
P. Vicente Aníbal Romero Peña