En este domingo, el Evangelio nos lleva a la pregunta: ¿Quién es Jesús? Y vemos que esta se da mientras van caminando a una región predominantemente pagana. El Señor Jesús y sus discípulos han salido de Betsaida y es el momento de enseñarles el verdadero significado de su identidad en la tierra. Este diálogo empieza con la pregunta dirigida a la opinión de los ‘hombres’ acerca de sí mismo. Esta pregunta es necesaria puesto que el pueblo ha presenciado milagros y ha escuchado su doctrina, la mayoría de los que lo habían visto se quedaban llenos de estupor, maravillados o atónitos (Cf. Mc 1, 22,27; 2, 12). Vemos incluso que la respuesta que dan los discípulos les hace coincidir con estos rumores e incluso va más allá, puesto que dan nombres de personas con gran fama entre el pueblo.
Pero, vemos que la presencia del Señor no está aquí para eso y el pueblo de Galilea no tiene un juicio claro y es incapaz de llegar a una confesión definitiva. Entonces, el Señor Jesús dirige la pregunta a sus discípulos, para contraponerla con lo que el pueblo decía.
Esta vez responde Pedro de modo claro e inequívoco: «Tú eres el Mesías» (Mc 8, 29). Por lo que su identidad se hace evidente, pero es necesario explicarla, no con palabras, sino con una experiencia de vida. Es por esto que las veces que los endemoniados reconocieron a Jesús como el «Santo de Dios» (Mc 1, 24) o como el «Hijo de Dios» (Mc 3, 11), Él les prohibía que lo den a conocer e incluso los callaba. Puesto que conocer al Señor Jesús no consiste solo en un rumor, sino en una experiencia de vida, por medio de la que les descubrirá el sentido de su verdadera mesianidad, el misterio de padecer y morir para alcanzar la Vida eterna.
Esto es lo que nos vino a revelar el Señor, el misterio de la cruz y de cómo por medio de ella seremos capaces de alcanzar la Vida eterna. Los cristianos no podemos evitar la cruz o alejarnos de ella, el sufrimiento por Cristo no es un castigo, sino un camino de salvación. La comunidad cristiana está llamada a seguir a su Señor hasta las últimas consecuencias, esto es hasta dar la vida en la cruz junto con Él. El cristiano debe estar dispuesto a sufrir, no porque busque el sufrimiento, sino porque este tiene un sentido y un fin que solo entenderemos en la medida en que conozcamos más a Jesús.
P. Luis Miguel Aldaz