La primera lectura nos presenta el testimonio del profeta Amós que, a pesar de ser rechazado por Amasías, sacerdote de Betel, está consciente de su vocación. Amasías presidía el culto al becerro de oro de Betel en tiempos de Jeroboam II (783-743 a. C.). Cuando Amós predijo la caída de Jeroboam y la cautividad de Israel, Amasías trató de silenciarlo, por lo que el profeta Amós le respondió con valentía y convicción: «No soy profeta ni hijo de profeta, sino pastor y cultivador de higos. El Señor me sacó de junto al rebaño y me dijo: “Ve y profetiza a mi pueblo de Israel”».
La segunda lectura de la carta del apóstol san Pablo a los efesios nos presenta ese cántico de bendición, en el cual el apóstol manifiesta la conciencia que tiene de haber sido elegido por Dios y que su vocación no responde a una decisión meramente humana, sino que es una verdadera iniciativa divina. «Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor. Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos…». La lectura del Evangelio de hoy nos relata el envío de los Doce. Este grupo selecto del Señor recibe AUTORIDAD: «Los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban».
Tres acciones se destacan en este pasaje: elección, envío (misión) y servicio. No podemos ser enviados si primero no somos elegidos y no podemos ejercer un servicio sin haber recibido esa autoridad.
Los discípulos de Jesús respetaron desde el principio esta elección de los «Doce», a quienes se les daría el nombre de apóstoles (enviados). De ese grupo grande de discípulos y discípulas, Jesús elige a los «Doce». Esta elección particular no responde a ningún tipo de virtud o cualidad. No se trataba de los mejores hombres (entre ellos está Judas), sino que el número 12 ya nos transporta al Antiguo Testamento (las 12 tribus de Israel). Estos doce apóstoles constituyen el fundamento del nuevo Pueblo de Dios, la Iglesia.
Que también nosotros estemos convencidos de nuestra vocación. El Señor nos ha llamado a cada uno por su nombre y nos ha destinado a cooperar desde nuestra realidad en la extensión del Reino.
P. Marco Antonio Acosta