Adorar y socorrer al Cuerpo del Señor

Hoy celebramos y veneramos la presencia del Señor como un Cuerpo. Dios no es una idea abstracta; una filosofía vaga y atemporal, esquiva, distante. Jesús nunca es un fantasma: es un cuerpo concreto, que aparece hoy; un peregrino que acompaña nuestros pasos y se queda con nosotros al caer la tarde. «Y la palabra se hizo carne». No se puede amar a Dios sin amar su cuerpo, su concreción; sin escuchar su palabra, voz de ese cuerpo. El «Cuerpo del Señor» no es mudo, inerte como un ídolo, para ser interpretado a voluntad. Ese Cuerpo sigue comunicando su Evangelio de amor en la confusión, en la incertidumbre de nuestra vida y de este mundo, una palabra de liberación y alegría

Detengámonos a contemplarlo: es un Cuerpo que nos acompaña en las distintas etapas de nuestra vida, desde que, con emoción, lo recibimos por primera vez. Y cada vez que nos alimentamos de Él debe ser como la primera vez, siempre asombrados por un amor tan grande que se instala en nosotros. Este pan nunca se convierte en un derecho: no se puede comprar, no tiene precio, para nosotros, los calculadores, que pensamos que nada se hace por nada; para nosotros que hacemos de todo una conveniencia, un interés, incluso la vida misma. Es un Cuerpo que nos enseña a amar libremente: Jesús tomó el pan, lo partió y se lo dio a los suyos. «Este es mi cuerpo». «Esta es mi sangre». Ese pan y ese vino, según las propias palabras de Jesús, son verdaderamente el «Cuerpo del Señor», el Cuerpo de Jesús, un Cuerpo que se entrega totalmente, que no conoce avaricia, cálculo, ahorro.

San Juan Crisóstomo, padre de la Iglesia, obispo de Constantinopla, decía: «Si quieres honrar el cuerpo de Cristo, no lo desprecies cuando lo contemples desnudo en los pobres, ni lo honres aquí, en el templo, con lienzos de seda, si al salir lo abandonas en su frío y desnudez… Siempre que le has hecho estas cosas a uno solo de estos hermanitos míos, me lo has hecho a mí, dijo Jesús». No es posible honrar el «Cuerpo del Señor» en la mesa y luego despreciar el mismo «Cuerpo del Señor» en los pobres y en los hermanos. ¡No amamos una idea! El Evangelio nos ayuda a amar la concreción, todo humano, de la carne, del cuerpo. Un cuerpo humano y concreto, como el mío. Por ello estamos llamados a descubrir al mismo Cristo en aquellos cuerpos rechazados, marginados y descartados por la sociedad.

San Juan Crisóstomo, padre de la Iglesia, obispo de Constantinopla, decía: «Si quieres honrar el cuerpo de Cristo, no lo desprecies cuando lo contemples desnudo en los pobres, ni lo honres aquí, en el templo, con lienzos de seda, si al salir lo abandonas en su frío y desnudez… Siempre que le has hecho estas cosas a uno solo de estos hermanitos míos, me lo has hecho a mí, dijo Jesús». No es posible honrar el «Cuerpo del Señor» en la mesa y luego despreciar el mismo «Cuerpo del Señor» en los pobres y en los hermanos. ¡No amamos una idea! El Evangelio nos ayuda a amar la concreción, todo humano, de la carne, del cuerpo. Un cuerpo humano y concreto, como el mío. Por ello estamos llamados a descubrir al mismo Cristo en aquellos cuerpos rechazados, marginados y descartados por la sociedad. 

P. Ángel Tapia E. - Centro Teológico Pastoral Arquidiocesano 

DESCARGA HOJA LUZ DEL DOMINGO 6 DE JUNIO 2021

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