Hoy celebramos la Solemnidad de la Ascensión del Señor a los cielos. Esta fiesta debe mover nuestra vida de cristianos para salir al encuentro de los demás.
Siempre me ha llamado la atención el texto: Jesús ascendió, «y una nube lo ocultó de su vista», ellos quedaron mirando fijamente al cielo, y dos hombres vestidos de blanco se les presentaron y les preguntaron: «¿Por qué se han quedado mirando al cielo?».
Esta fiesta orienta nuestra mirada al cielo, Jesús resucitado ascendió al cielo y da un mandato a sus discípulos y a la Iglesia: «Vayan al mundo entero y proclamen el Evangelio a toda la creación».
El papa Francisco afirma: «La Ascensión nos exhorta a levantar la mirada al cielo, para dirigirla rápidamente a la tierra, llevando adelante las tareas que el Señor resucitado nos confía». El evangelista nos dice, que los apóstoles fueron a pregonar el Evangelio a todas partes y el Señor estaba con ellos confirmando la palabra con las señales que los acompañaban. ¿Y nosotros hoy? ¿Somos cristianos que nos «quedamos mirando el cielo»? ¿Qué cielo miramos? ¿Qué aleja nuestra mirada del hermano?
Preguntemos también si hacemos nuestro el mandato de Jesús. ¿Salimos a predicar el Evangelio? ¿Salimos a curar las heridas de este mundo? ¿Sabemos dirigir nuestra mirada hacia el hermano necesitado? ¿En este mundo asolado por una pandemia, somos capaces de ir, sanar, curar, alentar, levantar y consolar?
Como Iglesia no podemos estar ni «encerrados» ni «acomodados». No podemos ser cristianos que miramos solamente al cielo, ensimismados en una fe que no mueve, que no compromete. Francisco nos ha invitado a salir: «La Iglesia es “en salida” o “no es Iglesia”…».
¿Somos esa Iglesia? ¿Somos una «Iglesia que se mueve», «que hace opción por los últimos», «que va a la periferia», «que sale de sí misma», «que anda por la calle»? O quizás seguimos siendo una Iglesia que se sigue quedando mirando al cielo, pero no al hermano.
Debemos dejar de ser una Iglesia no solo de devociones y ser una Iglesia de compromiso con la justicia social y con la liberación de los oprimidos. Mucho camino nos toca por recorrer. Llenarnos de ese espíritu de salida de los apóstoles. Salir con la fuerza del Resucitado en el corazón y llevar el Evangelio a todos, para que se haga vida.
+ Alfredo José Espinoza Mateus, sdb Arzobispo de Quito y Primado del Ecuador