Jesucristo, el Buen Pastor, ama a sus ovejas

El evangelio de hoy está centrado en la figura de Jesucristo como el Buen Pastor, es decir, el pastor ideal, modelo de los pastores. Jesucristo nos revela su identidad como el Buen Pastor, ‒auténtico, verdadero, único‒ en contraposición a los malos pastores, de los cuales se diferencia por dos razones: está dispuesto a dar la vida por las ovejas y porque conoce a sus ovejas y es conocido por ellas. 

Dar la vida es signo del Buen Pastor y de aquellos que son sus discípulos. El asalariado, que no es pastor ni ama a sus ovejas, cuando ve venir al lobo las abandona y huye. Porque: «Es que a un asalariado no le importan las ovejas» (Jn 10,13). En cambio, Cristo entrega su vida libremente por el rebaño. Esto es algo que caracteriza también a los seguidores del Buen Pastor. Vivir la solidaridad, el amor gratuito, el altruismo generoso nos asemeja a Jesús. La búsqueda egoísta de los propios beneficios, la indiferencia ante el dolor y la injusticia nos aparta del camino misericordioso que recorrió nuestro Salvador.

Otra característica del Buen Pastor es que conoce a sus ovejas y es conocido por ellas. «Yo soy el buen pastor, porque conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí, así como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre» (Jn 10, 14-15). Conocer en la Biblia crea comunión de vida, relación personal, amorosa y recíproca; es tan profundo este conocimiento, que se compara al mutuo conocimiento que tiene el Padre y el Hijo. Esto nos anima a la esperanza de que viviremos en la eternidad en comunión plena con Dios.  

Si bien la figura de Jesús Buen Pastor se refiere a la relación con todas las ovejas, es decir, a todos los fieles, hoy esta figura nos evoca a los pastores de nuestras comunidades, por ello la Iglesia nos convoca en este IV Domingo de Pascua a la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, donde pedimos al Señor que bendiga a nuestras comunidades con abundancia de santas vocaciones a la vida sacerdotal y a la vida consagrada. Pedimos de un modo especial con las palabras del papa Francisco, que el Señor nos conceda «pastores con olor a ovejas». Es decir, pastores que están en medio de su pueblo, que conocen sus alegrías y sufrimientos, que se identifican con sus angustias y esperanzas, y que las conducen hacia el encuentro con Cristo en una relación cercana y profunda. 

Así, la comunidad eclesial ora intensamente por las vocaciones, pero también es deseable que esta oración no se reduzca a una sola jornada, sino que se pueda crear un «clima vocacional» en las comunidades. Nos dice al respecto el papa Francisco: «Particularmente en esta Jornada, como también en la acción pastoral ordinaria de nuestras comunidades, deseo que la Iglesia recorra este camino al servicio de las vocaciones abriendo brechas en el corazón de los fieles, para que cada uno pueda descubrir con gratitud la llamada de Dios en su vida, encontrar la valentía de decirle «sí», vencer la fatiga con la fe en Cristo y, finalmente, ofrecer la propia vida como un cántico de alabanza a Dios, a los hermanos y al mundo entero».

María, Madre del Buen Pastor, modelo de vida entregada al servicio de los demás, nos acompañe e interceda para que podamos llegar a ser verdaderos discípulos de su Hijo.

P. Carlos Boulanger

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