Fidelidad de Dios, fidelidad del hombre

Las lecturas de este domingo nos invitan a meditar en la fidelidad de Dios que siempre cumple sus promesas, la misma que exige al ser humano redimido corresponder también a esa fidelidad evitando el pecado, y, por el contrario, tener siempre esa actitud de arrepentimiento y conversión.

La primera lectura inicia con el reproche del apóstol Pedro a los judíos de Jerusalén, a quienes dice que han rechazado a Jesucristo como su Mesías y Salvador. Sin embargo, enseguida, Pedro justifica la mala decisión del pueblo judío y de sus autoridades, ya que les dice que «lo hicieron por ignorancia». Es más, Pedro invita al arrepentimiento y a la conversión, para que así se borren sus pecados. Para el apóstol Pedro, todo esto sucedió para que se cumplieran las Escrituras, según las cuales, «su Mesías tenía que padecer». La resurrección de Jesús nos dice que Dios cumplió de esta manera lo que había dicho por los profetas. 

Para el apóstol Juan, Jesucristo resucitado se ha convertido para nosotros en un «Abogado» ante el Padre. Aquel que compartió nuestra condición humana, ahora ha sido glorificado y está a la derecha del Padre como nuestro «intercesor». Sin embargo, el cristiano que de verdad dice conocer a Jesucristo debe evitar el pecado, porque «quien dice: “Yo lo conozco”, y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él». 

En el Evangelio, el Señor resucitado reitera que las profecías debían cumplirse. Es decir, todo aquello que había sido escrito en la ley y Moisés acerca del Mesías, acerca de sus sufrimientos y de su muerte, debía tener cabal cumplimiento en Cristo: «Esto es lo que les decía mientras estaba con ustedes: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse».

¿Qué nos pide el Señor a nosotros en esta Pascua? 

 – Confianza en Dios, que siempre es fiel a sus promesas: Debemos tener la certeza de que el Señor no nos ha abandonado, porque en su Hijo Jesucristo, muerto y resucitado nos lo ha dado todo. Nos ha dado su amor y su misericordia.

– Arrepentimiento y conversión de los pecados: Las fiestas pascuales son un momento de reflexión para hacer una conversión en la vida. El que ama a Dios no puede seguir pecando. El que conoce a Dios debe cumplir sus leyes.

P. Marco Antonio Acosta

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