Hoy es un día de gran alegría. Hoy es el día del gran anuncio: ¡Ha resucitado el Señor! Este anuncio es el que nos da la auténtica alegría y fortalece nuestra fe. Todos debemos ser portadores de este gran anuncio al mundo de hoy, tan sufrido y que vuelve a vivir la Pascua con gran esperanza, ilusión y compromiso.
María Magdalena va al amanecer al sepulcro, no espera que pase el tiempo, va a primera hora, ella ‒mujer perdonada‒ madruga, y será quien se sorprenda al ver la piedra del sepulcro quitada y al mismo tiempo se convertirá, en la portadora del gran anuncio de la Resurrección.
Como nos dice el papa Francisco, es «un anuncio hecho sorpresa». Ella anuncia que «se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto». Es lo que ha visto con sus ojos humanos, no ha visto todavía con los ojos de la fe; pero en el fondo hay un anuncio de Resurrección. Y este anuncio es el que hoy, todos nosotros, ya con ojos de fe, proclamamos al mundo entero: ¡El Señor ha resucitado! Es un anuncio que debe pasar, como aconteció en tiempo de los primeros cristianos, de boca en boca. ¿Soy portador de este anuncio de la Resurrección? ¿Cristo resucitado transforma mi vida? ¿Anuncio a Cristo, «quien pasó haciendo el bien», con mi propia vida? ¿Hago el bien a los demás como signo claro de mi fe en Cristo resucitado?
Y este anuncio de Magdalena a Pedro y a Juan, causa sorpresa. Es que, como dice Francisco, «los anuncios de Dios son siempre sorpresas, porque nuestro Dios es el Dios de las sorpresas… Dios no sabe hacer un anuncio sin sorprendernos. Y la sorpresa es lo que te conmueve el corazón, lo que te toca precisamente allí, donde tú no lo esperas».
Y Pedro y Juan se sorprenden con esta noticia y salen corriendo al sepulcro, y aquí la segunda realidad: «la prisa». La mujer corre y los apóstoles también corren, van deprisa. Podemos decir que, «… las sorpresas de Dios nos ponen en camino, inmediatamente, sin esperar» (Francisco).
Juan se detiene al llegar al sepulcro, espera a Pedro y juntos ven «los lienzos tendidos y el sudario… enrollado en un sitio aparte». Hay que detenerse ante las sorpresas de Dios y aprender a ver, pasar de una mirada humana a ver con los ojos de la fe, desde el corazón. Es ese el momento el paso misterioso, profundo, que compromete toda la vida.
Estamos llamados todos a «ver» y a «creer». Estamos llamados a hacer que el mundo «vea» y «crea». ¿Creemos nosotros? Si creemos podemos anunciar con alegría: ¡Cristo ha resucitado, aleluya!
Magdalena, Juan y Pedro abrieron el corazón a la sorpresa de Dios. Ellos creyeron, cada uno desde su realidad. Creyeron y anunciaron. En esta Pascua 2021, ¿qué haces tú? ¿Tienes abierto tu corazón a un Dios que te sorprende con el gran anuncio de la Resurrección? ¡Feliz Pascua de Resurrección!
Mons. Alfredo José Espinoza Mateus Arzobispo de Quito – Primado del Ecuador