Nos encontramos en el quinto domingo de Cuaresma. El tema de este domingo es la Cruz y de la glorificación de Jesús. Hoy, Jesús nos presenta el sentido de la vida ofrecida por los demás, por la humanidad, por todos y que se manifiesta en la dinámica del grano de trigo que se pudre, muere, se destruye en el seno de la tierra para que surja la nueva planta, la nueva vida, la nueva esperanza. Somos parte de la naturaleza y del cosmos y por eso nuestra vida sigue su ciclo natural: nacer, crecer, morir. La verdadera glorificación se produce cuando somos capaces de generar vida y vida en abundancia como Jesús.
La pandemia que asola al mundo desde el año pasado nos ayudó a mirar a quienes dan la vida para que otros tengan vida: trabajadores de la salud, exhaustos e impotentes frente al virus, pero con la firmeza de quien no se deja vencer y lucha por rescatar vidas de la muerte; madres y padres de familias, exponiéndose a la enfermedad y otros males derivados, pero siempre con el mismo esfuerzo para que sus hijos tengan alimento, estudio; abuelitos y abuelitas entregando hasta el último suspiro su cariño, su trabajo y su preocupación por la familia. Sin embargo, dar la vida no es la norma general, sino la excepcional, porque junto a los ejemplos de dar la vida que se ha mencionado, desgraciadamente también aparecieron los ejemplos de los que dieron muerte para satisfacer su ambición: el negociado de medicamentos y otros insumos médicos todavía está en la retina de quienes vieron morir a sus seres queridos.
En vísperas del inicio de la Semana Santa, la Palabra de Jesús resuena viva y eficaz, cuestionante y provocadora, «si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero su muerte producirá mucho fruto». El dolor que da vida es aquel que nace del amor y que implica renunciar a nuestro egoísmo, a nuestra ambición y a nuestra vanidad para abrir los ojos y sentir el dolor de los demás. La compasión generará en nuestro corazón el deseo de donar la vida para que los demás se sientan consolados, amados, sanados y curados. «Ama hasta que te duela, si te duele es una buena señal», decía Madre Teresa, porque en el dolor que nace del esfuerzo, la dedicación y la entrega al servicio de los demás, germina la vida.
Acompañemos a Jesús que nos ama hasta el extremo y hagamos de nuestra vida una verdadera escuela de amor en la que toda persona pueda sentir que recibe vida.
P. Marco Vinicio Gualoto