Quiten todo de aquà y no conviertan en un mercado la casa de mi Padre |
Vivimos una religiosidad del cumplimiento (cumplo y miento). Cumplimos una serie de normas, leyes o preceptos que pertenecen a la Ley de Dios y también a leyes creadas por los hombres. Pero la verdadera religiosidad no consiste en cumplir leyes al pie de la letra simplemente o el recurso a ciertas prácticas externas de piedad, muchas veces vacÃas de devoción, sino en vivir, guiado por mi conciencia de acuerdo con aquello en que creemos.
La primera lectura de hoy nos presenta ese listado de los «Diez mandamientos» que Dios entregó a Moisés para el pueblo de Israel. Un listado de normas religiosas y morales para guiar la vida de un pueblo rebelde que querÃa liberarse de la esclavitud; pero a pesar de que dejan la esclavitud en Egipto, tienen que seguir obedeciendo a Dios, que les liberó de su situación de esclavos. Aquà entendemos, que ser libre no es «hacer lo que me da la gana», sino «optar siempre por el bien». «Conocerán la verdad y la verdad los hará libres» (Jn 8, 32), les dice Jesús a sus apóstoles. La verdadera religiosidad consiste, entonces, en conocer al único Dios verdadero y empezar a vivir según sus enseñanzas y sus consejos. San Pablo nos presenta una única verdad: «Jesucristo, y este, crucificado».
Jesús enseña que el verdadero culto no consiste en ofrecer a Dios holocaustos y sacrificios de animales (toros, ovejas, palomas), sino en adorar a Dios en espÃritu y en verdad. Los judÃos habÃan convertido al Templo («La casa de Dios») en un mercado, donde la gente compraba en el interior del Templo mismo los animales para los sacrificios. Se habÃa convertido el «lugar de oración» en el «mercado religioso», donde la gente, para dar culto a Dios, necesariamente tenÃa que comprar un animal, según la condición social de cada uno, para los sacrificios.
A Jesús no le molesta el hecho de que se compre o venda los animales, sino el hecho de que la religión se habÃa convertido en el comercio donde se beneficiaban unos pocos, olvidándose de lo más importante. El verdadero culto consiste en adorar a Dios no por el poder del dinero, sino en espÃritu y en verdad.
Para reflexionar:
– ¿El culto que le ofrezco a Dios es a través de cosas y objetos o es en espÃritu y en verdad?
– ¿Mi religión se ha convertido en el cumplimiento de una serie de normas y preceptos o nace de un corazón libre y bien dispuesto?
P. Marco Antonio Acosta