El Evangelio de este domingo nos narra el encuentro de Jesús con un enfermo de lepra. La petición del leproso «Si quieres, puedes limpiarme» (Mc 1, 40), va más allá de la sanación. Él pide la purificación, porque «se trata no solo de aliviar un cuerpo enfermo, sino también de restaurarlo como sujeto humano injertado en relaciones sociales normales» (Camille Focant, Evangelio según Marcos, p. 117).

En la narración de esta sanación milagrosa, Jesús revela su soberanía divina con gestos y palabras íntimamente unidas (cf. Concilio Vaticano II, Cont. Dogm. Dei Verbum, 2). No es solo la palabra de Jesús: «Quiero, queda limpio» (Mc 1, 42). Hay un gesto subversivo de Jesús al extender su mano y tocar al leproso, pues en esa época aquel que tocaba a un leproso se convertía en un hombre impuro, porque la lepra era considerada una enfermedad contagiosa. Jesús «no tiene miedo del contacto con el impuro, porque la impureza es impotente en hacerlo impuro, mientras que es todo lo contrario, su santidad es contagiosa y es capaz de sanar» (C. Focant, p. 117). Sabemos bien que la enfermedad paraliza el cuerpo, encarcela la libertad del corazón y llena de miedos la mente del enfermo. Pero la sanación del Señor es integral: cuerpo, alma, mente y familia. Jesús restituye al enfermo a la tierra de los vivos en una nueva trama de relaciones marcada por la gratitud, la fe y el discipulado. Al respecto, san Paulo VI decía que la salvación del Evangelio debería alcanzar: «… a todos los hombres y a todo hombre» (Carta Enc. Populorum progressio, 14).

Hoy estamos viviendo una «nueva lepra social»: fake news (noticias falseadas). Podríamos afirmar que gran parte de las redes de comunicación están enfermas. Hay que sanar la comunicación, sobre todo, en la familia. Caigamos en la cuenta de que una mala comunicación pone en riesgo la unidad familiar. No se trata solo de vivir juntos bajo el mismo techo, sino de aprender a vivir comunicándonos de manera respetuosa, sana y justa. Parece ser que la ecuación es a menor comunicación, mayor enfermedad. Pero podría ser lo contrario, a mejor comunicación, mayor felicidad. Esto es posible cuando pongamos el bálsamo de la verdad sobre la lepra de la mentira, el chisme, la exageración y la corrupción.

Por otro lado, hoy se festeja el Día del Amor y la Amistad, queremos recordar, anunciar y celebrar el designio amoroso del Señor Jesús: «Ámense los unos a los otros como yo los he amado» (Jn 13, 34). 

P. Sebastián Bladimir Panizo Sosa (CTPA) 

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