La primera lectura y el Evangelio suelen complementarse para entregarnos un mensaje. Este domingo es extraño, pues la lectura de Job y la del Evangelio según san Marcos no se complementan, sino que hasta podría decirse que se contradicen. Por un lado, las palabras de Job se podrían resumir en un cuestionamiento repetido en estos últimos meses de pandemia, de dolor y de sufrimiento, por muchas personas acosadas por la desesperanza, el estrés y el miedo: «¿Para qué vivir?, ¿tiene algún sentido la vida?». Job ha sufrido de forma inenarrable y se ha quedado solo, por eso, exclama: «Mis días se consumen sin esperanza». Cuántos no se han identificado con Job, el paciente que se queja, que reclama, que pide cuentas de lo que está ocurriendo. El valle de lágrimas que rezamos en la Salve parecería ser nuestro cruel presente y futuro.
En el Evangelio, Jesús le da sentido a la vida con hechos, no con quejas ni lamentos. San Marcos describe el itinerario de un día en la vida del Maestro. Hay oración, acción y misión; y en cada una de ellas un ardor desbordante por la vida. Se levanta de madrugada para orar y dar gracias por la vida. Visita a sus amigos y cura a la suegra de Pedro para enseñarnos el valor que tiene dar vida a los que amamos. El resto del día hasta la noche sana a los enfermos, les da vida y con ella: dignidad y esperanza.
Jesús no se cansa de dar vida, desde los pequeños detalles de lo cotidiano hasta los grandes momentos de predicación; sus manos siempre se extienden para sanar, aliviar, consolar y dar esperanza de vida. El paso de Jesús es paso de vida que genera confianza y entusiasmo por vivir y dar vida.
Anunciar el Evangelio es sembrar vida y vida en abundancia. Sembrar vida implica despojarse del yo egoísta y vanidoso para revestirse del yo servidor, es decir, de aquel que aprendió a ser el último y el servidor de todos. No es fácil porque preferimos ser servidos a servir, ser amados a amar, ser consolados a consolar. La pandemia que atraviesa la humanidad es un anuncio de muerte y dolor. El Evangelio es, siempre, anuncio de buenas noticias.
¿Qué buenas noticias necesita escuchar el mundo de hoy? Necesita escuchar que Dios camina con cada uno, que sigue confiando en nosotros y en nuestros esfuerzos por conseguir un mundo mejor, que está dispuesto a sanar, aliviar y acoger. La pandemia no ha terminado, pero hemos comenzado a salir. Salir es signo de un nuevo comienzo, es la prueba que todavía vivimos. Si estamos vivos todavía es hora de producir en nuestras sociedades una savia nueva que permita salir a curar, consolar y perdonar.
P. Marco Vinicio Gualoto