Es muy importante la diferenciación entre tentación y pecado. La tentación no constituye de ninguna manera un pecado. La tentación es anterior al pecado. El pecado es el consentimiento de la tentación. En la oración que Jesús nos enseñó nos dejó bien sentado que debemos pedir a Dios para no caer en la tentación. «No nos dejes caer en la tentación» (Mt 6, 13; Lc 11, 4). Todo pecado va antecedido de una tentación, pero no toda tentación termina en pecado.
En el Génesis se nos relata la Alianza que Dios hizo con Noé y sus hijos: –«Yo hago un pacto con ustedes…: el diluvio no volverá a destruir la vida, ni habrá otro diluvio que devaste la tierra…». La Alianza que Dios establece con Noé y sus hijos es un acto de misericordia de un Dios que, a pesar de la maldad de la humanidad, está dispuesto a perdonar la vida del ser humano y a darle otra oportunidad para que se convierta y viva. Así se revela al profeta Ezequiel: «Por mi vida, oráculo del Señor Yahveh, que yo no me complazco en la muerte del malvado, sino en que el malvado se convierta de su conducta y viva» (Ez 33, 11).
Además, como un signo perpetuo de esa Alianza con la humanidad, el Señor deja en el cielo el arcoíris: – «Esta es la señal del pacto que hago con ustedes…: pondré mi arco en el cielo, como señal de mi pacto con la tierra». Manifestando la infinita misericordia de Dios.
En el Evangelio, Jesús nos enseña cómo debemos vencer las tentaciones que se nos presentan en la vida, que son las mismas que el Demonio presentó a Jesús. El evangelista Marcos no detalla las tentaciones, sino que de una manera muy escueta dice: «En aquel tiempo el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas y los ángeles le servían».
«Dios que es fiel no permitirá que sean tentados por encima de sus fuerzas; antes bien, les dará al mismo tiempo que la tentación, los medios para resistir» (1 Cor 10, 13). El poder que tiene el Demonio sobre los seres humanos a través de la tentación es limitado. Con Cristo no tenemos nada que temer. «Pero en todo esto salimos vencedores gracias a aquel que nos amó» (Rm 8, 35). También dirá san Pablo: «¿Qué más podemos decir? Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?» (Rom 8, 31).
«Vigilen y oren para no caer en la tentación» (Mt 26, 41). Vigilar consiste en alejarnos de las ocasiones peligrosas que sabemos nos pueden llevar a pecar. A ejemplo de Jesús, ser hombres y mujeres de oración. Y junto con la oración debemos recurrir a los medios sobrenaturales como son los sacramentos de la Confesión y la Eucaristía.
P. Marco Antonio Acosta A.
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