La Iglesia celebra hoy la fiesta del Bautismo del Señor con la que se cierra el tiempo litúrgico de Navidad. Hasta hoy estará arreglado el nacimiento, hasta hoy se cantan villancicos. Hemos meditado en este tiempo de Navidad en los principales misterios de la infancia del Señor. A los 30 años de edad Jesús aparece en la vida pública del pueblo de Israel y lo hace de una manera muy particular, haciéndose bautizar por Juan en las aguas del río Jordán.
La primera lectura nos presenta el primero de los llamados «Cantos del siervo de Yahveh». Los otros tres pasajes son: Is 49, 1-6; 50, 4-11 y 52, 13-53, 12. Estos cuatro cantos son una muestra de la gran belleza poética de la literatura judía. En este primer cántico se hace la presentación de este siervo sufriente: «Miren a mi siervo, a quien sostengo, a mi elegido, en quien tengo mis complacencias. En Él he puesto mi espíritu para que haga brillar la justicia sobre las naciones». Así pues, el siervo es el futuro Mesías, representado no como rey y conquistador, sino como un siervo que sufre. Dios lo ha elegido y su misión se caracterizará por la mansedumbre, fidelidad y constancia, hasta la muerte.
El libro de los Hechos de los Apóstoles nos presenta el testimonio del apóstol Pedro en la casa de Cornelio, en donde ve a Jesucristo como el Hijo, enviado del Padre: «Ya saben ustedes lo sucedido en toda Judea, que tuvo principio en Galilea, después del bautismo predicado por Juan: cómo Dios ungió con el poder del Espíritu Santo a Jesús de Nazaret, y cómo este pasó haciendo el bien, sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con Él».
Los Evangelios han interpretado los rasgos característicos del siervo presentes en el primer canto de Isaías como una profecía acerca de la persona de Jesús, objeto de la más plena complacencia del Padre, que en la unidad del Espíritu Santo es verdaderamente luz para todas las naciones y liberador de todos los oprimidos. Tanto en los relatos del Bautismo de Jesús en el Jordán como en los de la Transfiguración resuenan estos rasgos en la voz divina: «Este es mi Hijo, el amado, en quien me complazco» (Mt 3, 17); «Este es mi Hijo, el elegido, escúchenle» (Lc 9, 35). Y el texto que hoy se ha proclamado en este ciclo «B»: «Tú eres mi Hijo amado; yo tengo en ti mis complacencias» (Mc 7, 11).
El texto nos habla del testimonio de Juan el Bautista sobre Jesús, quien llevará a cabo su obra, no por un bautismo de agua (aunque sea un símbolo), sino por el bautismo en el Espíritu. También nosotros hemos recibido este Bautismo inaugurado por Cristo. Ojalá se pueda decir también de nosotros: «Este es mi hijo amado; yo tengo en ti mis complacencias».
P. Marco Antonio Acosta