La fe: encuentro vital con Jesucristo
«¿Dónde vives maestro?». Él les dijo: «Vengan a ver».


La novedad de la fe cristiana radica en que Dios se ha puesto en camino. El Cordero de Dios ya está en medio de nosotros y nos llama a seguirlo para formar parte de la comunidad de discípulos y misioneros del Reino de Dios. Este encuentro vital con Jesús lo vivimos y celebramos en cada Eucaristía.

Desde tiempos muy remotos, el ser humano siempre ha estado en busca de Dios y de un sentido religioso que atraviese su existencia humana. Los primeros discípulos siguen a Jesús en un camino de amistad y de discipulado como epifanía de Dios. La fe cristiana es comprendida y vivida desde un encuentro vital con Jesús que da «a la vida un nuevo horizonte y con ello una dirección definitiva» (Aparecida, 12). El paso de Jesús por la vida de dos de los discípulos de Juan el Bautista no los dejó indiferentes, porque los que se dejan encontrar por Jesús son «liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior y del aislamiento» (Papa Francisco, Exh. Apost. Evangelii Gaudium,1).

Este protorrelato vocacional nos deja una pregunta desafiante. Y ahora nosotros mientras esperamos el retorno del Cordero de Dios ¿cómo?, ¿dónde?, ¿con quién podemos hacer todavía esta experiencia humana de la epifanía de Dios en nuestra historia? Es verdad que el Cordero de Dios sigue recorriendo los caminos latinoamericanos. «Pero tú debes buscarlo sea en la oración, sea en la Eucaristía, en la vida cotidiana, en la responsabilidad de los compromisos y en el ir a buscar a los más necesitados y ayudarles: ¡ahí está Jesús! Y te lo hará sentir» (Papa Francisco, La luz de la Palabra, pp. 26-27)

Una vez más el Cordero de Dios nos invita: «Ven y verás» (Jn 1, 39). ¿Qué nos quiere revelar Jesús? Más que un contenido religioso, Jesús quiere que hagamos la experiencia de quedarnos con Él. «Quedarse es en Juan sinónimo de la experiencia definitiva en compañía de Jesús, la expresión de la fe y del amor» (Hans Urs von Balthasar, Luz de la Palabra, p. 133). Sería bueno que sigamos habitando la casa de Dios que es la Iglesia. Que sigamos frecuentando el templo de nuestra comunidad parroquial que es signo sempiterno de la presencia del Señor resucitado en medio de su pueblo. Hoy más que nunca debemos alzar nuestra voz de discípulos-misioneros y anunciar que:

«Conocer a Jesús, con la fe, es nuestra alegría; seguirlo es una gracia; y trasmitir este tesoro a los demás es un mandato del Señor que nos ha entregado cuando Él nos ha elegido. Con los ojos iluminados por la luz del Señor resucitado, podemos y queremos contemplar al mundo, a la historia, a nuestros pueblos de América Latina y el Caribe, y a cada uno de sus habitantes» (Aparecida, 18). María, Madre y discípula del Redentor, ruega por nosotros. Amén.

P. Sebastián Panizo

 DESCARGA HOJA LUZ DEL DOMINGO 17 DE ENERO 2021

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