El tiempo litúrgico del Adviento tiene como intención prepararnos para recibir a Jesús, con un corazón bien dispuesto, con ánimo desbordante y con un espíritu de alegre y gozoso. Si las lecturas del domingo pasado nos presentaban la misión de Juan Bautista, las lecturas de este domingo nos quieren presentar la misión de Jesús. Su venida a este mundo tenía un objetivo específico, «la Redención de la humanidad». Es decir, que Jesús vino al mundo con una misión concreta, «la salvación». Y es de esa misión de la que nos hablan las lecturas de hoy.
La primera lectura del libro de Isaías ya nos anticipa en el tiempo el sentido de la misión de Jesús, el enviado del Padre: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Me ha enviado para dar la buena noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados, para proclamar la amnistía a los cautivos, y a los prisioneros la libertad, para proclamar el año de gracia del Señor».
El salmo responsorial es el cántico del Magníficat, cántico de alabanza que el evangelista Lucas pone en labios de la Virgen María, un verdadero himno de bendición y acción de gracias, por todas las maravillas que Dios ha obrado en su vida. Es a su vez un eco de la primera lectura, la expresión de gozo y alegría expresada por el profeta ahora resuena en los labios de María, por haber sido elegida como Madre del Salvador.
La lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los tesalonicenses da nombre a este tercer domingo de Adviento, conocido como el «Domingo gaudete», consejos que nos caen como anillo al dedo en estos días de preparación para la Navidad: «Estén siempre alegres. Sean constantes en la oración. Den gracias en toda ocasión».
El Evangelio presenta a san Juan Bautista dando testimonio de Jesús, cuya próxima venida anunciaba: «No era él la luz, sino testigo de la luz». El evangelista Juan insiste en que Juan era el instrumento escogido por Dios para presentarnos a Jesús. A su vez, Juan Bautista dice de sí mismo: «Yo soy la voz que grita en el desierto: "Allanen el camino del Señor", como dijo el profeta Isaías». San Agustín en su famoso Sermón 288 hará una verdadera reflexión teológica sobre este pasaje y distingue entre «la voz» y «la palabra». Juan Bautista debió sentir una gran alegría, por ser el encargado de presentar a «La Palabra», aunque él solamente era «la voz», asume esa misión con gran alegría. «Voz» y «Palabra», dos elementos tan importantes y tan intrínsecamente relacionados el uno con el otro. Que nosotros, al igual que el Bautista nos sintamos alegres por ser instrumentos escogidos por Dios para hacer presente su «Palabra» en el mundo. Sigámonos preparando con alegría para recibir con gozo la Palabra en esta Navidad.
P. Marco Antonio Acosta