«Velen y estén preparados porque no saben cuándo llegará el momento».
Al inicio de este año un virus nos despertó de nuestro letargo espiritual, de nuestra dormición moral y ecológica; un virus nos levantó para ver más allá de nuestro círculo egoísta y maquiavélico. Ese despertar nos hizo reaccionar: confinados en nuestros hogares, oraciones por todos los medios, promesas de cuidar y valorar la vida, la familia y la naturaleza. Sin embargo, conforme fuimos sanando volvimos a dormitar: salimos como si nada hubiera pasado, nuestras promesas de ser mejores se fueron quedando en el olvido conforme nos fuimos ocupando de lo que hacíamos antes de la pandemia. Volvimos al mundo exterior igual que antes, pero con mascarilla.
¿Por qué no nos duró ese despertar en la consciencia? ¿Por qué volvimos a quedarnos dormidos en los cantos del dios dinero, poder y placer? ¿Por qué se nos olvidó pronto todas las promesas de superar nuestra insensatez, nuestra arrogancia, nuestra ignorancia frente a la enfermedad? Porque lo hicimos solo por miedo. Cuando nos fijamos solo en el miedo, pero no en lo que ocasiona el miedo, el miedo muere con el pasar del tiempo y nosotros dejamos de estar atentos, nos volvemos a dormir. Antes de la pandemia teníamos un encargo: cuidar, proteger, custodiar toda forma de vida, pero se nos olvidó o, simplemente, no lo quisimos hacer porque estábamos embebidos por la droga del dinero, de las riquezas, del poder, del creer que somos capaces de hacer todo y nunca pagar las consecuencias. El virus nos despertó, nos recordó lo que debíamos hacer para vivir, pero cuando comenzaron a disiparse las sombras del dolor y de la muerte, volvimos a quedarnos dormidos. ¿Tendrá que venir otro virus para que volvamos a despertar?
Empezamos un nuevo año litúrgico con el primer domingo de Adviento y de nuevo escuchamos en las lecturas el llamado a estar atentos, a no olvidar que es el que le da sentido a nuestra vida en la tierra: amar. Es hora de pensar que quien tiene que despertarnos en la vida es Cristo y no un virus. Despertar con Cristo significa dejar atrás la mediocridad y la hipocresía; y, empezar a caminar de un modo diferente, a ver nuestra realidad con ojos nuevos, a descubrir que cuando nos proponemos cuidar a los demás lo podemos hacer; que cuando queremos ser solidarios y sacar lo mejor de nuestra vida lo podemos lograr; que cuando queremos vivir en paz, trabajar honestamente y hacer que todos puedan vivir con dignidad lo podemos conseguir.
El Adviento nos indica que Jesús vuelve para despertarnos y recordarnos que la pandemia no podrá repetirse si aprendemos a ser más humanos. Ven Señor Jesús para recordarnos quienes somos y que debemos hacer: somos hijos y somos hermanos.
P. Marco Vinicio Gualoto