Ahora que nos preparamos a celebrar el lanzamiento de “Misión Jóvenes y Vocaciones”, no podemos olvidar que no hay una ruptura con lo vivido en “Misión Familia y Vida”, sino que debemos buscar sus nexos y continuidad, ya que el joven y las vocaciones están dentro y forman parte de la familia; así también, debemos considerar la crisis sanitaria, social, económica y política como consecuencia de la pandemia del COVID 19, a nivel global, en nuestro país y en el Azuay, insistiendo en la solidaridad y la caridad social, tal como nos recordaba el Papa Francisco que en esta barca no estamos solos, nos salvamos en comunidad.
También en este año celebramos los 5 años de la publicación de la Encíclica Laudato Sí, lo cual implica acogerla para que tenga impacto en el trabajo pastoral, aspecto que el Plan Pastoral lo aborda con mucha claridad, recordándonos sobre el cuidado de la CASA COMÚN. Como arquidiócesis, tenemos la esperanza de que estos dos años de MISIÓN JÓVENES Y VOCACIONES sea una oportunidad para trabajar de una forma cohesionada, en equipo, haciendo procesos. Aspiramos que una pastoral juvenil renovada, en el contexto de esta nueva etapa evangelizadora, estimule un renacer en las vocaciones al servicio del pueblo de Dios.
Mons. Bolívar Piedra
MENSAJE DEL PASTOR
NUESTRA SOLIDARIDAD DURANTE LA PANDEMIA
Al reiniciar nuestras celebraciones eucarísticas en los templos con la participación de fieles, después de tantos meses de confinamiento debido a la pandemia, damos gracias a Dios que nos permite congregarnos y vivir nuestra fe en comunidad. Haciendo una reflexión sobre este tiempo, nos preguntamos: ¿Cómo hemos vivido esta crisis? Respondiendo con sinceridad, podemos decir que hemos tenido experiencias muy diversas: hemos vivido la crisis como afectados directamente por el virus, como familiares de afectados, como médicos, agentes de pastoral o del orden; a menudo muy nerviosos en nuestra vida familiar y profesional.
Para todos significó una abrupta interrupción del estilo de vida anterior, de las costumbres y de las certezas cotidianas tenidas por evidentes. Debemos decir que también durante este tiempo hemos tenido experiencias positivas, gratas. La gran mayoría de la gente ha reaccionado con mucho sentido común, a veces con una creatividad sorprendente y muy a menudo con admirable solidaridad: el esfuerzo desinteresado hasta el límite, y aún más allá, de organizaciones caritativas, personal sanitario, misioneros; la ayuda entre vecinos, la reorganización de la convivencia familiar, a menudo en espacios muy reducidos, con todo el estrés que lleva consigo.
Debemos resaltar el fortalecimiento de muchas familias, que aprovecharon el tiempo para conocerse más, para dialogar, compartir los quehaceres de la casa y rezar, convirtiéndose en verdaderas iglesias domésticas. Como no cabía esperar de otro modo, siendo realistas, también ha habido y hay ejemplos de desconsiderado abuso de la crisis, con criminal refinamiento, como los casos de corrupción en entidades públicas y privadas. Pero lo asombroso ha sido que, en conjunto, han salido a la luz fortalezas internas y grandezas humanas. La experiencia de que en las personas se esconde más de lo que nos suele parecer, da pie a la esperanza que con tanta urgencia necesitamos.
Mons. Marcos Pérez