Mientras la expansión del virus va alcanzando su pico, vemos también llegar un nuevo pico de casos de corrupción, una terrible conducta enemiga de la vida. En su cuarta carta pastoral, publicada en agosto de 1979, Monseñor Romero condenó la corrupción directamente y sin rodeos. Citando la conferencia episcopal de Puebla dijo: “el deterioro creciente del cuadro político-social es consecuencia de la corrupción”, y exhortó a todos a que “luchen contra la corrupción, especialmente la económica en los distintos niveles, tanto en la administración pública como en la privada, pues en ella se causa un grave daño a la gran mayoría, y en modo particular a los más pobres y débiles”.¿Por qué entonces condenamos la corrupción y exigimos que se investigue y se castigue para que no se repita? Porque como nos enseña Romero, cuando hay corrupción algunos serán más ricos, pero todos seremos más pobres. 

La corrupción, al igual que el virus, empobrece y mata. La voz de Romero nos acompaña en la denuncia y a la vez nos trae esperanza en este momento difícil, quedándose entre nosotros y acompañando a su pueblo: “Como iglesia no somos expertos en política ni queremos manejar la política desde sus mecanismos propios. Pero la inserción en el mundo socio-político, en el mundo en que se juega la vida y la muerte de las mayorías, es necesaria y urgente para que podamos mantener de verdad y no solo de palabra la fe en un Dios de vida y el seguimiento de Jesús”. Aprendamos de Monseñor Romero a no permanecer indiferentes ante el sufrimiento, a no bajar la guardia ante tanta adversidad y permanecer juntos en el cuidado, a rechazar la corrupción venga de donde venga, a buscar la verdad y la justicia, y a trabajar para que en nuestro país todos podamos tener vida en abundancia.

Mons. Bolívar Piedra

MENSAJE DEL PASTOR

La reapertura de nuestros templos

La Arquidiócesis de Cuenca ha venido ejecutando con mucha seriedad el protocolo de bioseguridad establecido por la Conferencia Episcopal Ecuatoriana para la reapertura de los templos católicos. En las diferentes etapas de reapertura hemos constatado la seriedad y disciplina a la hora de implementar los espacios con todos los elementos de control y de bioseguridad, creando una sólida confianza para que las personas que acuden a los templos, encuentren en ellos, espacios seguros. 

No podemos pensar que el peligro de contagio ha pasado. En nuestra provincia el número de infectados sube cada día más, debemos cuidarnos y proteger la vida de todos. La Iglesia siempre ha predicado y defendido la vida en todas sus etapas. Es responsabilidad del Obispo el cuidado de la liturgia y la vida pastoral en la diócesis. A él le compete dictar normas en materia litúrgica, tales como la participación de los fieles, la celebración de la Eucaristía y los demás sacramentos. Corresponde al Obispo la atención pastoral de la Iglesia, pueblo de Dios, y hacerla crecer en la comunión del Espíritu Santo por medio de la evangelización y la celebración eucarística. (Cf. Directorio para el Ministerio Pastoral de los Obispos nn. 145 y 158). 

Compete a la autoridad civil cuidar que en todos los lugares se observen las normas de bioseguridad y distanciamiento aprobadas de antemano. “Una situación como la actual pandemia puede exigir que la autoridad competente restrinja a las personas particulares temporalmente el ejercicio del derecho de expresar y celebrar públicamente la propia creencia en vistas al bien común, siempre que sea de un modo justo y razonable...” (Mons. Luis Collazuol, carta sobre el culto público, julio 2020). 

Nosotros, sacerdotes, religiosos y laicos católicos, cumpliendo el compromiso adquirido en el protocolo emitido por la CEE y aprobado por el COE nacional, con testimonio de comunión eclesial y respetando la vida como don de Dios, seguiremos trabajando y sirviendo a nuestro pueblo con entrega generosa.

Mons. Marcos Pérez

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