La Conferencia Episcopal Ecuatoriana señala a la corrupción como “un pecado gravísimo”, incompatible con la fe cristiana y constituye un crimen contra los más pobres y necesitados: “Esta degradante situación menoscaba nuestro futuro como país, dilapida nuestro potencial y priva a los pobres de oportunidades” y, dirigiéndose a los funcionarios del Estado les llama a maximizar “la transparencia en la gestión de los recursos destinados a afrontar todo tipo de crisis y en la que la lucha anticorrupción no es la excepción”. Los obispos insisten en denunciar la corrupción que atenta contra el derecho “a la vida, don de Dios”, de todos los ciudadanos: “Éticamente, la corrupción es un crimen que condena a muerte a muchas personas necesitadas, hoy más que nunca, de vida, trabajo y oportunidades; pues promueve el ‘descarte’ de los más vulnerables y la falta de sensibilidad por los necesitados, además de fomentar la injusticia, la impunidad y el irrespeto a la ley”.
Por eso, los obispos afirman que la corrupción, “por los males que promueve, es un gravísimo pecado, un desorden moral incompatible con la fe cristiana”. Llaman a que se haga justicia en los casos de corrupción: “Los corruptos y quienes los han amparado tendrán también que dar cuenta de su corrupción ante Dios y, ojalá, ante los hombres”. Por esta razón exigen que se hagan las investigaciones pertinentes y subrayan “que se devuelva el dinero defraudado y robado a la sociedad. Un pueblo digno no puede ser cómplice de la corrupción y la impunidad”.
Mons. Bolívar Piedra
MENSAJE DEL PASTOR
Madre de misericordia, consuelo y esperanza del pueblo
“Son innumerables los títulos e invocaciones que la piedad cristiana, a lo largo de los siglos, ha dedicado a la Virgen María, camino privilegiado y seguro para el encuentro con Cristo. También en el tiempo presente, atravesado por motivos de incertidumbre y desconcierto, el recurso devoto a ella, lleno de afecto y confianza, es particularmente sentido por el pueblo de Dios. Como intérprete de este sentimiento, el Sumo Pontífice Francisco, acogiendo los deseos expresados, ha dispuesto que, en el formulario de las letanías de la Bienaventurada Virgen María, llamadas “Lauretanas”, se inserten las invocaciones Madre de misericordia, Madre de la esperanza y Consuelo de los migrantes” (Carta de la Congregación para el Culto Divino sobre las Letanías, 2020).
Acogemos con alegría esta iniciativa del Santo Padre, que nos invita a poner en manos de María, nuestra Madre, los sentimientos y necesidades del nuestro tiempo, tan desprovisto de misericordia, esperanza y consuelo. Recordemos que las letanías lauretanas son oraciones breves, compuestas de una serie de invocaciones a María, de títulos de honor que los santos Padres le dieron, títulos que expresan la dignidad de María Madre de Dios. Con ellos honramos su persona e invocamos su poderosa intercesión. Cuando así la llamamos, al finalizar la oración del Santo Rosario, la saludamos con amor filial, expresamos sus grandezas y atributos, afirmamos su presencia junto a la Iglesia peregrina y la esperanza de llegar, bajo su amparo, a la vida eterna.
Cuando pronunciamos estas invocaciones marianas, cortas y muy fáciles, ante todo damos gloria a Dios que tanto ensalzó a su Madre Santísima, damos gracias a ella que nos protege como buena Madre, la contemplamos como ejemplo de vida cristiana, pedimos su protección y nos comprometemos a imitar sus virtudes. En esto consiste la verdadera devoción a María. (Cf. Rosarium Virginis Mariae, 41).
Mons. Marcos Pérez