De “LAUDATO SI” se ha dicho y escrito tanto de lo
que ha sido y será para el mundo y para la Iglesia,
que no llegamos a entender cómo, en tan pocos
capítulos, se alcanza a mostrar tanta sabiduría. Solo
la componen una bella y sabia introducción y seis
capítulos (no llegan a 200 páginas), pero toda la
encíclica rezume una carga de dolor y esperanza que
ha cuestionado a todo el mundo: gobiernos y
científicos, teólogos y pastoralistas, profesores y
alumnos…
Es una carta que cautiva y seduce en
cada párrafo que uno lee.
La recepción fue inmediata, resonando más allá de
los límites de la Iglesia y en las afueras de ésta, y
poco a poco empieza a ser recibida (leída y
estudiada) en las diócesis y parroquias.
Mons. Bolívar Piedra
VOZ DEL PASTOR
EL CORPUS CHRISTI: ADORACIÓN Y UNIÓN
En la fiesta del Corpus Christi se unen la solemnidad litúrgica y la
piedad popular, todos los gestos y signos están dirigidos al Amor
de los Amores. Damos gracias al Señor por quedarse entre
nosotros, nos alegramos porque lo tenemos tan cerca, se hace
presente en el altar, se queda en el sagrario, camina con su
pueblo, es nuestro alimento.
Donde está Cristo debe hacerse presente nuestra adoración y
amor. Esta veneración a Jesús se expresa de muchas maneras:
bendiciones, oraciones, cantos, genuflexiones, procesiones. Con
tantos gestos expresamos que el mundo tiene necesidad de
Dios, de su amor verdadero que acoge a todos sin discriminar a
nadie.
La celebración de la Misa y el culto eucarístico fuera de ella, nos
llaman no solo a la adoración sino también a la unidad con
Jesucristo y entre nosotros.
Al comulgar recordamos que la
comunidad que celebra es también cuerpo de Cristo, la
Eucaristía es signo de la unidad eclesial, es el alimento del
pueblo peregrino. La Eucaristía nos llama a la unión, al amor
fraterno y a vivir como una verdadera familia.
En esta fiesta del Corpus Christi, contemplando a Jesús expuesto
en la custodia, debemos preguntarnos si vivimos en nuestras
comunidades la unidad, si nuestras misas son verdaderos
encuentros con Jesús y los hermanos o un simple cumplimiento
de ritos, costumbres, compromisos sociales, espacios para lucir
nuestras modas o una predicación impactante.
Que la celebración anual de la fiesta del Cuerpo y Sangre del
Señor nos comprometa a adorar a Dios con el corazón y a
trabajar por la unidad entre todos.
Mons. Marcos Pérez