La certeza de que la Iglesia es algo más de lo que vemos palpablemente. Hay una misteriosa comunión en la fe que nos une con un influjo multiplicador. Ante la crisis de la COVID-19, no pocas personas se preguntan en estos días, ¿Dónde está la Iglesia? La Iglesia está donde ha estado siempre. Porque, ante la pobreza, la Iglesia permanece. Eso es lo que ha aprendido de María, que se mantiene a los pies de la cruz; aun no pudiendo desclavar a su hijo del madero ni enjugar las lágrimas de su rostro… Porque, seguramente, la urgencia de Jesús no era aquella, sino la de una mirada materna que diese sentido al Misterio que estaba viviendo. Cuando la pobreza y la crisis no son mediáticas, la Iglesia ya está con los pobres, porque la fe que nace de la justicia nos compromete con ellos y nos moviliza a las fronteras.

Mons. Bolívar Piedra

LA VOZ DEL PASTOR
La fe en la familia

En las misas del Tiempo Pascual leemos el libro de los Hechos de los Apóstoles, que nos cuenta cómo vivían los primeros cristianos. En las casas los padres transmitían la fe a sus hijos, así la familia se convirtió en el espacio adecuado para consolidar la fe y las costumbres cristianas. En el hogar se aprendía a orar, a dar gracias, a bendecir la mesa, a confiar en Dios en todo momento. La familia cumplía una función educadora y formadora de nuevos cristianos. 

Muchas costumbres humanas y cristianas pueden vivirse en el seno familiar hoy: la obediencia, el respeto, el trabajo, la fidelidad, la solidaridad y la auténtica caridad. También en casa se aprende a rezar el Rosario, a agradecer al Señor por los alimentos, a escuchar con atención la Palabra de Dios y, si los padres son los primeros catequistas, también los hijos se preparan para recibir los sacramentos. 

Podemos decir entonces que la familia es la “Iglesia doméstica”, porque en la familia estamos llamados a adorar a Dios, tratándolo con naturalidad en la oración. Sabemos que está presente en nuestra vida y en las actividades que realizamos.

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