Es una suerte que la vida permita este renacimiento después de tocar fondo, para vivir el presente con madurez y construir el futuro. La nube diaria de titulares negativos no nos deja ver los muchos signos y evidencias que destilan esperanza: miles de voluntarios afanados en aportar socorro a los infectados por el coronavirus; millones de pruebas de amistad, de compañerismo, de solidaridad… tanta gente que nos rodea tratando de hacer el dÃa a dÃa del confinamiento humanizado y alegre.
El personal sanitario… sólo nos acordamos de ellos cuando el dolor, como ahora, aprieta. La esperanza también viaja con ellos. Para un cristiano, vivir la esperanza es mucho más que un estado de optimismo: es interpretar el futuro posible y deseable con los ojos de una vivencia anticipada que da sentido al momento presente mientras ponemos las bases para crear lo que todavÃa es una meta. La esperanza verdadera construye, no espera; se vive más que se anhela.
Es una disposición interior es la que hace posible su gran objetivo: dar un sentido al presente construyendo sobre la realidad actual. Es un consuelo saber que cualquier cambio gigantesco, empieza siempre por algo inapreciable al ojo humano. Lo importante de verdad es recordar que Dios acude a nuestra llamada, cumple sus promesas y nos renueva la fe. Siempre. ¡Ã‰l es nuestra esperanza!
Mons. BolÃvar Piedra