En la primera lectura (Is 22,19-25), el profeta no ve con buenos ojos que la función del maestro de palacio sea realizada por un extranjero; por eso apoya su destitución para que sea reemplazado por un verdadero israelita. Dios elige a Eliacin, hijo de Elias: «le vestiré tu túnica, le ceñiré tu banda, le daré tus poderes; será padre para los habitantes de Jeru- salén, para el pueblo de Judá.
Colgaré de su hombro la llave del palacio de David: lo que él abra nadie lo cerrará, lo que él cierre nadie lo abrirá». Las palabras que Dios dirige a So- bná por medio del profeta hablan de elección. Dios elige a Eliacin en lugar de Sobná. Estas palabras son muy similares a las que le dice Jesús a Pedro: «Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo». La tarea del mayordomo es muy delicada. El mayordomo es la persona de mayor confianza de la casa, a quien el amo concede la potestad de abrir y cerrar; él es quien decide qué persona entra o no entra a la casa y es quien está al frente del buen funcionamiento y orden de la casa.
¿Quién es el Papa?
Es la máxima autoridad de la Iglesia, Vicario de Cristo en la Tierra. Obispo de Roma y Pastor supremo de la Iglesia Católica. Tiene esta potestad por ser sucesor de San Pedro, a quien Jesucristo confirió la primacía entre los apóstoles (cfr. Mt 16,13-19). Ante la pregunta de Jesús: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?» Solo Pedro responde: «¡Tú eres el Cristo, el hijo del Dios vivo!». Jesús declara que esa respuesta no se la ha revelado nadie de carne y hueso, «sino mi Padre que está en el cielo».
Dios elige a los que Él quiere. Jesucristo eligió a Pedro del grupo de los Doce y no lo hizo al azar. Jesús e llama «dichoso», porque aquella respuesta de Pedro fue una profunda inspiración divina que lo convirtió en garante de la fe de la Iglesia. El santo Padre goza del don de la infalibilidad. La infalibilidad pontificia constituye un dogma, según el cual el Papa estaría preservado de errar cuando enseña a la Iglesia en temas de fe y moral bajo el rango de «solemne definición pontificia» o declaración ex cathedra. Así también, la elección del romano pontífice no responde a la decisión, según las prerrogativas humanas, sino que como sucesor de Pedro es elegido por voluntad divina. Para elegirlo, los cardenales de la Santa Iglesia Romana se reúnen en el cónclave, en número máximo de 120, en un ambiente de profunda oración, casi con carácter de retiro espiritual e invocando la asistencia del Espíritu Santo en un lugar específico de donde no podrán salir hasta que se haya hecho la elección.
La misión del Papa es la confiada a Pedro, según los Evangelios: Jesucristo le dio las «llaves del Reino de los Cielos», con el poder de «atar y desatar» (cfr. Mt 16,19), para «confirmar a los hermanos en la fe» (cfr. Le 22,32) y «apacentar su rebaño» (cfr. Jn 21,15-17). O sea, es un servicio a la unidad de la Iglesia en la fe y en la comunión. Se resume en dos aspectos: enseñanza y gobierno. Oremos todos por las intenciones del Papa, nuestro Pastor.
P. Marco Antonio Acosta