No todo es automático y
es por eso por lo que «cinco de ellas eran
descuidadas y cinco, previsoras». Es que
el compromiso marca actitudes: el descuido
nos dice de la superficialidad de la relación
con el Padre y, consecuentemente, con los
hermanos. Fe y vida son como la planta y
los frutos: la bondad de la planta se la mira
desde los frutos. El aceite es la garantía de
la vitalidad de la fe, signo de una relación
profunda del «ser casa».
La parábola nos dice que hay que empezar y empezar de nuevo cada día porque «el
esposo» está ya y viene siempre. Hay que
tener claro que el aceite de la fe es fruto de
la intimidad con el Padre que lleva al amor, y
el amor no se lo consigue como respuesta a
una urgencia, es fruto maduro de un compromiso cotidiano y, menos, se los puede «comprar» porque el amor no está de venta.
«No, porque no va a alcanzar»: enamorarse es tarea de intimidad entre personas;
no es posible ceder en eso. Cuando no estamos enamorados del Señor, negociamos
otras cosas que confundimos con el amor.
La decisión es clara y definitiva, si cerraste
la puerta del corazón ya no hay como entrar,
como conocer.