El profeta Isaías nos presenta la llamada «canción de la viña». Se trata de una poesía que quiere expresarnos todas las bondades que ha tenido Dios con el pueblo escogido. La viña (te­rreno, finca) es una figura que aparece con fre­cuencia en varios pasajes bíblicos, y siempre es en relación con aquel «regalo de Dios», el Reino.

El amado o «esposo de la viña» que ha mima­do tanto a la viña es la expresión de todo lo que Dios ha hecho con el pueblo elegido desde que lo liberó de Egipto e hizo con él una alianza. La viña es el «símbolo» de un amor verdadero, ¡cuánto aman y miman los campesinos sus campos y su tierra! La imagen que utiliza Jesús tiene mucho mayor sentido para aquellos que están familia­rizados con la vida agrícola: los campesinos, las personas de las zonas rurales. Tanto en la cultu­ra indígena como en el pueblo afrodescendiente, «la tierra» tiene un valor único. La tierra es parte de su ser, de su identidad, de sus raíces. Hasta se la identifica con la «madre», es la «Madre tie­rra». Ese es el amor que siente Dios con el pueblo elegido. ¿Qué más puede hacer un Dios por un pueblo? ¿Qué ha sucedido para que la viña no produzca buen fruto?

El salmo 79 vuelve a presentarnos la misma imagen poética de la viña y lo hace ahora con un tono de petición, de reclamo o de súplica: «Dios de los ejércitos, vuélvete / mira desde el cielo, fíjate, / ven a visitar tu viña, / la cepa que tu diestra plantó / y que tú hiciste vigorosa. Y la respuesta del salmo nos dice con claridad a qué se refiere con la «viña»: La viña del Señor es la casa de Israel.

La segunda lectura de la Carta a los filipenses nos enseña que la verdadera oración crea con­fianza frente al futuro, en no tener miedo pase lo que pase. Además, es la contrarréplica a lo que el profeta Isaías ha descrito sobre la viña del Señor. Ahora Pablo está hablando de lo que debe ser un cristiano. Después de tantos cuidados recibi­dos de Dios, estamos obligados a producir fru­tos: «todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable, laudable, todo lo que es virtud o mérito, ténganlo en cuenta. Y lo que aprendieron, recibie­ron, oyeron, vieron en mí, pónganlo en práctica».

El Evangelio de Mateo nos propone la parábola de los viñadores homicidas y es un claro resumen de la historia de Israel. En esta parábola, Jesús se dirige de manera directa a los dirigentes religiosos del judaismo, que rechazando a los profetas en el Antiguo Testamento y luego a Jesús, han perdido su última oportunidad de dar a Dios lo que corres­pondía y, de esa forma, han arrastrado a todo el pueblo en su infidelidad. La segunda parte de la sentencia anuncia el traspaso de la viña que no se hará a «otros dirigentes» sino a un «nuevo pueblo que produzca frutos».

P. Marco Antonio Acosta
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