Hoy iniciamos la lectura del capítulo 6 del Evangelio según san Juan. En este capítulo Jesús se revela como el pan bajado del cielo que trae vida al mundo. El misterio de la encarnación: la donación total de Dios que vino a vivir con nosotros y como nosotros. El Uno pasó a ser uno de nosotros.
La escena de la multiplicación de los panes abre el capítulo 6. Ocurre junto al lago Tiberíades en la provincia de Galilea y en los días previos a la Pascua. Esto nos indica lo que va a ocurrir, le devolverá a la Pascua su sentido original: la libertad y la vida. La Pascua en la fe judía recordaba la acción liberadora de Dios que dio por terminado los más de cuatrocientos años de esclavitud y de muerte que sufrió Israel en Egipto. El recuerdo de este acontecimiento marcó la vida del pueblo judío que celebraba esta fiesta con el sueño de vivir libres y en paz, es decir, de tener una vida digna. La multiplicación de los panes es la respuesta de Jesús a la situación de su pueblo y de la humanidad. La respuesta a los sueños de justicia, libertad, paz y vida digna está en la capacidad que tenga el ser humano de vencer la indiferencia y el egoísmo, de salir de la cultura del descarte y de la muerte.
Como a Felipe y Andrés, muchas veces nos embarga el pesimismo, el desánimo para querer iniciar algo nuevo en la historia de la humanidad, «doscientos denarios no bastan… ¿Qué es esto para tanta gente?». La pandemia que vive la humanidad nos ha dejado heridos. Jesús nos invita a levantarnos, a redescubrirnos como seres humanos, a buscar en la creatividad del amor la respuesta a la situación de muerte que vive el mundo.
El pan es signo de vida y como lo hizo Jesús, estamos llamados a partirla y repartirla. Partir la vida es despojarnos de nuestro egoísmo y nuestro orgullo y ser capaces de entregarla por la construcción de un mundo más humano, más justo, más solidario. Repartir la vida es animar y alentar a quienes nos rodean a entrar en la dinámica de Jesús por nuestro modo de vivir.
P. Marco Vinicio Gualoto